HEMEROTECA

7 de abril de 2004


Ecce Homo
Juan Carlos de la Mata Guerra

Originalmente sería una escultura de retablo, ya que no está tallada al completo, por lo cual formaría parte de un entablamento de retablo u ocuparía una homónima del mismo, posiblemente. Ello viene reforzado por la rigurosa disposición frontal de la imagen. Fue realizada por un maestro de oficio, que seguiría sin mas los arquetipos, sin pretender otra cosa. Denota envaramiento y simplificación de los detalles anatómicos. Como es un cierto abultamiento en el pecho, lectura y tratamiento de las telas o ropajes. Túnica y paño de pureza de forma convencional. Se aprecia una leve inflexión en las rodillas y brazos desproporcionados con relación a la caja torácica. Las manos aparecen atadas, como es propio de esta iconografía, desproporcionadas con relación a los brazos, y con todo son lo mas expresivo del conjunto de la imagen; pues aparecen abiertas y marcando o definiendo cada uno de los dedos. Lo cual resulta llamativo frente al escaso tratamiento y simplificación del resto de la imagen.

El rostro carece de una expresividad profunda, aunque denota los sufrimientos infringidos, pues se representa macerado a Cristo y con la mirada caída, el cabello lacio y geométrico se deja caer hasta el pecho y aprisionado por una robusta corona de espinas. La barba poblada y con pequeñas ondulaciones.

Autor anónimo S. XVI
Madera policromada 153x43
Obra hispano flamenca

Entablado con madera de frutal, su carnación realizada a pulimento, se encontraba en deplorable estado de conservación tanto por el paso del tiempo; efecto de los sucesivos repinteos que le propinaron y una intervención reciente, poco afortunada, en la que se eliminaron casi totalmente, dejando al descubierto deterioros, faltas y los estucos de la preparación.
Hace unos meses en el 2003 se ha procedido mediante un tratamiento a una recuperación parcial de la imagen, que podría lucir en un futuro todo su esplendor mediante nuevas restauraciones por técnicos en este oficio.
La rigurosa posición frontal, acentuada por los mechones del pelo que flanquean su rostro y por los cantos del manto que lo encarna, revelan que esta talla fue concebida para un retablo o para ocupar un nicho. Tiene un punto de vista bajo, para ser contemplado desde una perspectiva inferior, por ello el descuido en el acabamiento de la zona dorsal.
Las manos acusan cierta morbidez y los quiebros de las rodillas flaqueza. Ello vehiculizado a conmover y a suscitar en el creyente sentimientos de piedad.
 La dotación de la imagen en el primer tercio del Siglo XVI, coincide con la etapa de la refundación de la Ermita a comienzos del S. XVI, tras su traslado del solar que ocupaba frente al Convento de San Francisco (concretamente en el lugar donde se encuentra ubicado el Hospital de La Piedad). Coincide también con una etapa de pujanza de la Cofradía de La Cruz (titular de la Ermita) y la fundación en la Ermita de la Capellanía de la Cruz, merced a la importante donación de D. Francisco Suárez, el cual en su testamento dispone la instauración de la mencionada Capellanía.
No procede a todas luces del retablo mayor de la Ermita, pues este fue construido para albergar a la Soledad en el S. XVIII.
Aunque en algún momento como sucede con la imagen de la Piedad, que igualmente se conserva en la Ermita, pudo acoplarse como un elemento añadido. Es revelador que Ermita e imagen sean de las mismas fechas, aunque no es definitivo este hecho para su adscripción original, pues como indica P. Madoz muchas de las imágenes que albergaba la Ermita fueron destruidas durante la ocupación por las tropas francesas a comienzos del S. XIX. No sabemos si esta fue una de las imágenes que se salvo de la destrucción o bien si procede como alguna otra de las desaparecidas Ermitas de San Lázaro o de Nuestra Señora de la Piedad, próximas a esta de la Soledad.