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Ecce
Homo
Juan Carlos de
la Mata Guerra
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Originalmente sería una escultura
de retablo, ya que no
está tallada al completo, por lo cual formaría parte de
un entablamento de retablo u ocuparía una homónima del
mismo, posiblemente. Ello viene reforzado por la
rigurosa disposición frontal de la imagen. Fue realizada
por un maestro de oficio, que seguiría sin mas los
arquetipos, sin pretender otra cosa. Denota envaramiento
y simplificación de los detalles anatómicos. Como es un
cierto abultamiento en el pecho, lectura y tratamiento
de las telas o ropajes. Túnica y paño de pureza de forma
convencional. Se aprecia una leve inflexión en las
rodillas y brazos desproporcionados con relación a la
caja torácica. Las manos aparecen atadas, como es propio
de esta iconografía, desproporcionadas con relación a
los brazos, y con todo son lo mas expresivo del conjunto
de la imagen; pues aparecen abiertas y marcando o
definiendo cada uno de los dedos. Lo cual resulta
llamativo frente al escaso tratamiento y simplificación
del resto de la imagen.
El rostro
carece de una expresividad profunda, aunque denota los
sufrimientos infringidos, pues se representa macerado
a Cristo y con la mirada caída, el cabello lacio y
geométrico se deja caer hasta el pecho y aprisionado
por una robusta corona de espinas. La barba poblada y
con pequeñas ondulaciones. |
Autor
anónimo S. XVI
Madera policromada 153x43
Obra hispano flamenca |
Entablado con madera de frutal, su carnación
realizada a pulimento, se encontraba en deplorable
estado de conservación tanto por el paso del tiempo;
efecto de los sucesivos repinteos que le propinaron y
una intervención reciente, poco afortunada, en la que
se eliminaron casi totalmente, dejando al descubierto
deterioros, faltas y los estucos de la preparación.
Hace unos meses en el 2003 se ha procedido mediante un
tratamiento a una recuperación parcial de la imagen,
que podría lucir en un futuro todo su esplendor
mediante nuevas restauraciones por técnicos en este
oficio.
La rigurosa posición frontal, acentuada por los
mechones del pelo que flanquean su rostro y por los
cantos del manto que lo encarna, revelan que esta
talla fue concebida para un retablo o para ocupar un
nicho. Tiene un punto de vista bajo, para ser
contemplado desde una perspectiva inferior, por ello
el descuido en el acabamiento de la zona dorsal.
Las manos acusan cierta morbidez y los quiebros de las
rodillas flaqueza. Ello vehiculizado a conmover y a
suscitar en el creyente sentimientos de piedad.
La dotación de la imagen en el primer tercio
del Siglo XVI, coincide con la etapa de la
refundación de la Ermita a comienzos del S. XVI, tras
su traslado del solar que ocupaba frente al Convento
de San Francisco (concretamente en el lugar donde se
encuentra ubicado el Hospital de La Piedad). Coincide
también con una etapa de pujanza de la Cofradía de
La Cruz (titular de la Ermita) y la fundación en la
Ermita de la Capellanía de la Cruz, merced a la
importante donación de D. Francisco Suárez, el cual
en su testamento dispone la instauración de la
mencionada Capellanía.
No procede a todas luces del retablo mayor de la
Ermita, pues este fue construido para albergar a la
Soledad en el S. XVIII.
Aunque en algún momento como sucede con la imagen de
la Piedad, que igualmente se conserva en la Ermita,
pudo acoplarse como un elemento añadido. Es revelador
que Ermita e imagen sean de las mismas fechas, aunque
no es definitivo este hecho para su adscripción
original, pues como indica P. Madoz muchas de las
imágenes que albergaba la Ermita fueron destruidas
durante la ocupación por las tropas francesas a
comienzos del S. XIX. No sabemos si esta fue una de
las imágenes que se salvo de la destrucción o bien
si procede como alguna otra de las desaparecidas
Ermitas de San Lázaro o de Nuestra Señora de la
Piedad, próximas a esta de la Soledad.
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