La Semana Santa de
Benavente reúne en si misma muchos aspectos dignos de tener en
cuenta. Si bien el principal sentido y razón de ser de las
procesiones es el religioso, no obstante caben en la
aproximación a este fenómeno otros posibles enfoques. Son
múltiples los ángulos o perspectivas desde los que nos podemos
acercar a manifestaciones religiosas, ya que también en cierta
medida las procesiones, constituyen una expresión cultural,
social y artística, entre otras muchas cosas.
Como cada
año al aproximarse estas fechas, la primavera como premonitoria
nos anuncia el drama humano y divino de Cristo, pero también
la esperanza en su Resurrección, porque el mensaje de Cristo
está siempre de actualidad. Días éstos en los que, a pesar de
más de los dos mil años transcurridos desde la Pasión y Muerte
de Cristo, gran parte de la humanidad vive cada su Gólgota
diario. Días que parece se hace más patente el lamento de
tantos inocentes que sufren atenazados por tantas injusticias,
días en que se parece aflora más el dolor de una humanidad que
en gran parte vive sumida en medio de tantos conflictos y
guerras. También para los habitantes de Benavente y comarca la
Semana Santa debe ser ante todo este un tiempo de reflexión,
pero también un tiempo de esperanza. Las celebraciones y
desfiles procesionales que tienen lugar estos días son también
expresión de ello.
Cuenta la Semana Santa de Benavente con unos desfiles
procesionales de onda raigambre mantenidos con dignidad para
rememorar la Pasión y Muerte de Cristo. Sus cofradías, además de
su condición principal como asociaciones de fieles, son
las custodias y trasmisoras de un rico patrimonio cultural
(costumbres, imaginería, historia y tradiciones, etc.). Poseen
éstas unas profundas raíces, pues las primeras cofradías nacen
en Benavente gracias a los franciscanos, que asentados en
la localidad desde el siglo XIII, difunden las devociones y el
culto a la Pasión del Señor. A ellos se debe la fundación de las
primeras cofradías penitenciales, a las que en el transcurso de
los siglos se incorporarán otras con renovado fervor.
El marco
monumental
Al llegar
esto días, como cada año, las calles de Benavente se convierten en
escenario improvisado por el que desfilan las procesiones. Un
retablo didáctico en el que el pueblo se hace partícipe el
sacrificio de Cristo. Iglesias románicas, fachadas renacentistas,
rúas medievales y plazas recoletas, sirven estos días de marco
privilegiado para sentir y hacer sentir la belleza. La Semana
Santa realza los valores espaciales de la ciudad.
Nuestro
Templo Mayor, la iglesia de Santa María del Azogue, con sus cinco
ábsides de austero románico, es en estos días más que nunca una
oración convertida en piedra. Las luces iluminan el fondo oscuro
de la noche y parecen trasforman al templo en un ascua de oro.
Mientras, la fachada del Hospital de la Piedad se semeja a un gran
tapiz bordado en piedra, donde la figura central es la “Mater
Dolorosa” que sostiene al Hijo en el regazo. Tema éste que es
preferente y reiterativo en los templos y ermitas benaventanos.
Por unos instantes el silencio de la noche primaveral
parece transportarnos a un Benavente medieval, de
gremios y cofradías y seculares costumbres hoy perdidas, como la
de situar un cofrade a la puerta del Hospital de la Piedad
durante la procesión de Jueves Santo, para pedir por la salud
pública de la villa. Es como si los ecos de los salmos y
letanías del vecino Convento de San Francisco, reiterados
durante tantos siglos, perdurasen y llegasen aún sonoros y
penetrantes hasta nosotros...
Espectadores y
partícipes
Hay en
estos días una búsqueda sencilla de Dios en lo que está más cerca
del hombre. Esculturas y pasos son una expresión del dolor y la
tragedia. Pero son las imágenes llamadas de devoción las que más
suscitan la piedad del creyente. Hacia ellas miramos en los
momentos difíciles y en las horas de aflicción: Santísimo
Cristo de la Salud, Nuestro Padre Jesús Nazareno,
Nuestra Señora de los Dolores, La Soledad ... Son devociones
que concitan profundas creencias trasmitidas de generación en
generación. Imágenes que componen las bellas estampas de la
religiosidad popular.
La función
de las procesiones es en cierta forma, trasmitir el sentimiento
religioso al pueblo sencillo, representando para ello un guión que
en esencia es siempre el mismo: El relato evangélico de la
Pasión. Se trata con ello de armonizar el mayor realismo del dolor
con la versión evangélica de las últimas horas de Jesús. Año tras
año, cada Semana Santa, el pueblo apostado en calles y plazas,
espera paciente el paso de las imágenes. Hay siempre en ello unos
ojos expectantes y una ciudad que reza.
Sonidos de
nuestra Semana Santa
Tiene la
Semana Santa de Benavente sus propios sonidos. Sonidos
particulares como los de los sayones que con túnica negra anuncian
al pueblo el paso de Cristo a la Cruz. También, llamadas
inconfundibles, como quejido lastimero del cuerno trompetero, que
como reminiscencia de los antiguos pregoneros de la villa convoca
a los cofrades en la madrugada del Viernes Santo. Igualmente
sonidos y clarines, que vienen a anunciar pacíficas mañanas o
efectúan sus toque rituales a la entrada de los paso en el templo.
Trompetas que parecen gemir y tambores que rompen el silencio de
la noche con sus acompasados redobles. En cambio las carracas y
matracas preludian la muerte de Cristo o anuncian las
“Tinieblas”, mientras los sonidos de las campanillas abren algunas
procesiones como recordando el paso del viático. Las bandas de
música impregnan el aire con sus marchas fúnebres y los grupos
corales entonan sentidos y profundos misereres, pues la música
forma parte inseparable de todo el decorado escénico, para recrear
y rememorar el punto clave del dogma cristiano: La Pasión, Muerte
y Resurrección de Cristo.
Se pueden
percibir en estas jornadas sonidos peculiares, que son casi
inconfundibles para los que participamos de una u otra manera en
la Semana Santa benaventana. Como el bisbeo o murmullo de las
oraciones y plegarias de los devotos que acompañas a las imágenes.
El ruido de las cruces que arrastran los Nazarenos o el repiqueteo
de las varas en el pavimento, etc.. Son los sonidos del pueblo.
Son los sonidos de nuestra Semana Santa!.
Penitentes
La Semana
Santa de Benavente tiene mucho de resabios medievales. De
penitentes y de mujeres pregando detrás de las imágenes. De
Cristos hieráticos y agonizantes, de Nazarenos arrastrando
pesadas cruces por pinas cuestas y calles angostas. Hubo también
un tiempo en que la Cofradía de la Veracruz hacía una función de
disciplinantes el Jueves Santo. Un tiempo en el que se hacía
sublimación del dolor y la penitencia como medida de salvación.
Existen también en la Semana Santa de Benavente costumbres
seculares en cambio que perviven, como la procesión de amanecida
de Viernes Santo, en que los cofrades imitan los pasos dados por
Jesús en su Pasión. Algunos de sus cofrades todavía, con la cruz a
cuestas y los pies desnudos guían simbólicamente sus pasos hacia
el Calvario, mientras el resto hace oración en las estaciones.
Esfuerzo
anónimo
Hay también
mucho esfuerzo anónimo en nuestra Semana Santa local. Desde el
cuidado de los ropajes litúrgicos y los mantos procesionales,
pasando por el mantenimiento de los aspectos externos, la
indumentaria, los bordados de los mantos, el cuidado de las
túnicas, los estandartes y símbolos... No se puede olvidar la
floristería que enriquece la estética de los pasos, la colocación
de tulipas y focos, la compostura de faldillas y lienzos. Sin
olvidar tampoco el acondicionamiento, limpieza e instalación de
las imágenes en sus mesas y andas.
Cargadores de
fe y esperanza
Son muchas
las personas que con su esfuerzo contribuyen al esplendor de estos
días, realizando también un importante esfuerzo también físico. Se
transmiten los puestos en los banzos como una herencia y
obligación o compromiso familiar. Son vínculos entre las imágenes
y sus fieles a veces muy profundos. En parte se mantiene hoy en
día esta antigua de portar y acompañar las imágenes. Se requiere
un andar coordinado, un caminar acompasado para dar más realce y
emoción al momento. Hay todo un saber portar las imágenes e
incluso un saber bailar los pasos. Braceros y costaleros ponen
sobre sus hombros durante la Semana Santa las andas de nuestras
cofradías. Son porteadores también de un mensaje de fe y de
esperanza.
Cofrades y
cofradías
La Semana
Santa supone también una búsqueda y participación colectiva
canalizada por medio de cofradías y hermandades. Son éstas las
custodias y transmisoras de un rico y antiquísimo patrimonio
cultural (costumbres, imaginería, ornamentos, historia, etc.),
pues las cofradías no nacieron ayer, ya que en algunos casos tiene
su origen hace varios siglos. Son ante todo asociaciones de fieles
creadas para dar culto a la Pasión y Muerte de Cristo.
Cada
cofradía tiene su función y su personalidad dentro de la Semana
Santa, fruto de su dilatada historia. Hay mucho, en estos días, de
vivencias compartidas y de vínculos que permanecen entre los
hermanos, de orgullo de pertenecer a una determinada cofradía.
También de esfuerzo, de preparativos y de organización, de cargos
estatutarios con raíces antiquísimas: alcaldes caballeros,
vigarios, cotaneros, hermanos mayores, etc. Toda una organización
peculiar y particular, con peculiaridades costumbristas fraguadas
por la tradición durante siglos.
En la
procesión del Silencio hileras de hermanos cofrades caminan en
silencio, portando sus hachones. Es un silencio nocturno, un
silencio serio y profundo. Tan sólo roto por el penetrante redoble
de los tambores y el quejido de las trompetas, que parecen quebrar
la noche. Es un silencio que viene de muy dentro, hondo y
vibrante. Un silencio que se percibe mientras avanza la comitiva
procesional por las calles de Benavente. Las largas filas de
cofrades se estiran y los caperuces que preservan el anonimato
parecen deformar las figuras de los hermanos. Sus siluetas
destacan con toda nitidez en cambio durante la procesión del Encuentro en la alborada de Viernes Santo, mientras los
cofrades de Jesús de Nazareno acompañan a Cristo camino del
encuentro con “La Madre”.
Un tiempo para
la evocación
La Semana
Santa es también un tiempo para la evocación, para el recuerdo.
Como olvidar las “Semanas Santas” de nuestra infancia cuando la
primavera se enseñoreaba de Benavente, impregnando el ambiente de
aquella ciudad tradicional y cristiana. En el recuerdo permanecen
los oscuros paños, que como anuncio premonitorio de la Pasión
cubrían las imágenes de altares y capillas. Cómo olvidar aquellos
domingos de Ramos, con el estreno de los zapatos nuevos
acompañando a “La Borriquita”, agitando la palma o la rama de
olivo y cantando junto a los niños de las parroquias. Inolvidable
también la procesión del Miércoles Santo, cruzando las lóbregas
calles de un Benavente que conservaba todavía mucho de medieval.
Todo ello en medio de un estremecedor silencio, o cómo no
rememorar la ceremonia del “Juramento” en el viejo atrio de Santa
María de Renueva.
Evocación
de solemnes procesiones, con cofrades de morado y negro, caperuces
enhiestos y túnicas aterciopeladas. Iniciadas con cruces
parroquiales y banderas representando al mundo. De vibrantes
sermones pronunciados por eminentes oradores sagrados. De
solemnísimos Viernes Santos. Semanas Santas de cientos de cirios
chisporroteantes en los Monumentos de las Iglesias y Capillas. De
perfumes de flores exhalando aromas ante el Tabernáculo, de olor a
incienso y a cera. De obligada visita a los templos para haciendo
“las Estaciones”. Impresiones y vivencias que permanecen en el
recuerdo..., como otro poema plástico de nuestra Semana Santa.
Futuro y
esperanza
Nuestra
Semana Santa viene semejarse también a la savia que circula por
las venas de este “viejo olivo centenario” que son las cofradías
de Benavente. Un olivo con más de cuatrocientos años en sus
raíces. Las nuevas generaciones de cofrades proseguirán la
tradición y continuaran los pasos emprendidos por sus antepasados.
Cada primavera nuevos brotes, nuevos retoños reverdecen sus viejas
ramas. Los hermanos preparan con paciencia y esperanza a los
artífices del futuro.
Y de nuevo
en estos días, como cada año, estamos de nuevo la Semana de
Pasión. En un momento en que las ilusiones y esfuerzos de todo un
año de preparativos, volverán a verse plasmados en el fervor y
esplendor de los cultos y procesiones, mostrando de nuevo la
vigencia y pujanza de unas celebraciones con
tantos años de antigüedad. ¡Qué la Semana Santa de
Benavente conserve su espíritu original, de amor a Jesucristo y
voluntad de humanizar la sociedad!. |